domingo, 7 de octubre de 2007

No al subdesarrollo sustentable

Por Fabio J. Quetglas
Experto en Desarrollo Territorial. Master en Gestión de Ciudades (Univ. de Barcelona); Director de Investigaciones del Centro Tecnológico de Desarrollo Regional "Los Reyunos" Universidad Tecnológica Nacional (UTN), República Argentina.




Los debates en torno al buen o mal uso de los recursos naturales, la sostenibilidad de las actividades económicas, el estrés ambiental-global, el establecimiento y control de cumplimiento de las normas de garantía de la calidad ambiental, la distribución planetaria del empleo y la riqueza, la puja entre la actual sociedad de consumo irresponsable y desigual y el establecimiento de pautas culturales de consumo responsable, la orientación de la evolución tecnológica y la aparición de tecnologías crecientemente menos agresivas al ambiente, no son sino aristas de una misma situación que al tiempo que avanza en criticidad, también está siendo problematizada y abordada tanto desde las agendas estatales como desde los espacios académicos, empresariales y de la sociedad civil.

No hay dudas de que conforme como se lleve adelante la necesaria transformación desde un orden socio-económico-político de producción y consumo basado en la explotación intensiva de recursos naturales, hacia otro orden en el cual tal explotación esté sujeta a restricciones en beneficio de legítimos intereses colectivos, dependerá la suerte de sociedades y territorios concretos y del planeta como conjunto.

Tal el problema; sin embargo, la solución en cualquier caso no surgirá desde una propuesta teórica, sino desde una iniciativa política constituida de todos los ingredientes que esto significa: incorporación o valoración del tema en la agenda pública, aparición y consolidación de un núcleo militante de defensa de los valores emergentes, identificación de tensiones centrales, comunicación a la mayoría de la población de una nueva visión de las cosas y lucha en los espacios de definición política contra las fuerzas socio-económicas defensoras del statu-quo, por instrumentos que garanticen el establecimiento de políticas fundadas en una nueva visión de la situación. El enfoque teórico es sólo un insumo en este edificio, sólo que de resultar inadecuado, no podrá sostener la construcción de la necesaria alternancia en el complejo mundo de intereses vinculados con el desarrollo y el ambiente.

Y sobre esta cuestión quiero centrar el enfoque, desde una perspectiva que no excluya consideraciones técnicas, políticas, históricas, económicas, sociales y culturales. Me alienta el temor (no infundado) de que imprescindibles luchas sociales por la sostenibilidad se transformen en reacciones comarcales carentes de contextualización o que definitivamente se consolide a escala global un estándar dual, ya no determinado por niveles de pobreza/riqueza sino por órdenes políticos capaces de componer intereses, en el marco de proyectos que trasciendan a esos mismos intereses, y órdenes políticos cooptados sectorialmente y subdesarrollados en el sentido más primario del término.

Es indispensable, para los países de "desarrollo insuficiente", que la protección de sus recursos naturales no constituya un impedimento para alcanzar los necesarios estándares de desarrollo que le garanticen a esos Estados recursos para un ejercicio razonable del poder democrático y a su población, el acceso a una ciudadanía de calidad.

Aporte a un debate

Y para ello -como condición previa- se requiere que el debate en torno de esta cuestión deje de pendular en exclusividad entre la defensa de la rentabilidad privada (sobre todo de corto plazo) y una cierta visión cuasi-religiosa de los recursos y su uso; no para buscar un "justo medio" conciliador, sino porque tales extremos "fuertes" ocultan otros aspectos que también deben analizarse. A esos fines, incorporaré algunos tópicos (formulados como afirmaciones, aunque obviamente sujetos a cuestionamiento) como aporte a un debate que no debe concluirse, sino enriquecerse.

a.- Las "revoluciones tecnológicas" son a la vez causa y consecuencia de mayor nivel de actividad y complejidad económica, pueden dar soporte a las políticas de extensión de la ciudadanía y el bienestar, y nunca ocurren en el vacío.
Efectivamente, lo expuesto quiere decir que no será posible la construcción de una sociedad de "desarrollo suficiente" en un contexto de baja actividad económica o de simplicidad económica; y que el volumen de la misma es condición necesaria (no suficiente) de impulso a la reflexión crítica y a la agregación inteligente de valor, no sólo de la producción destinada al mercado, sino en lo referido a todos los aspectos de la esfera pública.

b.- Las actuales "revoluciones tecnológicas" en marcha ponen en cuestión el modelo de explotación intensiva de los recursos naturales; y eso es una buena noticia.
Tanto la revolución de la informática y las comunicaciones, como la genética, la popularización de técnicas racionales de uso del agua (sobre todo el riego gota a gota) e incluso la explosión de los combustibles "bio", posibilitarían alcanzar estándares crecientes de actividad económica y generación de producto con una menor lesión al ambiente. Sin embargo, no está claro que esas revoluciones se expandan a escala planetaria en idéntico sentido; para ello, se necesita una articulación política a favor de la innovación, imposible en contextos de baja calidad institucional y con reglas de funcionamiento arbitraria, o refractarios a las transformaciones.

c.- En el actual estado del desarrollo político y tecnológico, para poder preservar recursos naturales es indispensable contar con un soporte económico que evite la presión sobre los mismos; por lo tanto, el desarrollo no sólo no antagoniza con el cuidado ambiental sino que es condición de posibilidad del mismo.
Aunque no siempre fue así, lo cierto es que contemporáneamente (situación que se ha construido desde la crisis del petróleo del '73), los "territorios" que más y mejor cuidan el ambiente son aquellos que han construido poderosas economías y gobiernos calificados (los casos emblemáticos son los de la Europa nórdica), y por lo tanto disponen de recursos suficientes y bien dirigidos, a varios fines al efecto: financiar la investigación científica, promover la renovación tecnológica con estímulos públicos, detraer espacios naturales de la voracidad mercadista, orientar a su ciudadanía como demandantes de productos requirentes de menor impacto ambiental, etc.

d.- La simplificación pendular entre el uso o el no-uso de los recursos naturales evita la discusión sobre el necesario cambio cultural en los modos de consumo y producción, mucho menos impulsado en los países de "desarrollo insuficiente".>
La opción restrictiva (no explotar una mina, no emprender una actividad, no permitir la pesca comercial, no consumir tal o cual cosa, etc.) para preservar los recursos naturales, a pesar de ser indispensable en muchos casos (que compensan años de abusos), aun en el dudoso caso que pudiera controlarse taxativamente, no deja de ser una opción simplificadora; porque evita el difícil pero necesario abordaje sobre modos de uso posible de los recursos y tiende a la sobreespecialización territorial. Cualquier actividad mal desarrollada es lesiva del ambiente y bien desarrollada puede aportar a constituir un contexto económico complejo y promotor de la cohesión social. Por lo tanto, cada vez más debemos incorporar la mirada sobre el cómo. Ya no se trata de usar (explotar) o no usar (no explotar) los recursos, sino de cómo y en qué condiciones hacerlo.

e.- El desarrollo no tiene que ver con lo que una sociedad tiene, sino con qué se hace con los recursos que se tienen.
Ni antes, cuando en el auge del industrialismo aparecía cierto desprecio por la disponibilidad de recursos naturales en el análisis de las potencialidades de las sociedades, ni ahora que la valoración de los recursos naturales es creciente, la tenencia de los mismos funda o impide un proceso de desarrollo. El tema es qué hacer; lo que determina el desarrollo es la inteligencia institucional para dotarse de herramientas de uso racional de los mismos.

f.- No existe a la fecha, aunque parecería indispensable y urgente que se construya, un mecanismo de compensación económica hacia los territorios, que requeridos por un mejor orden ambiental global, se abstienen de usar (en beneficio global y a raíz de una restricción de ese orden) recursos que podrían incluir en el proceso económico.

Es poco responsable de parte de los Estados desarrollados, generar condiciones de no-uso de los recursos naturales en los territorios de "desarrollo insuficiente" (como los bonos verdes derivados del mantenimiento del bosque nativo); luego que en los últimos 200 años tales Estados en general han tenido una actitud predatoria, que entre otras cosas les permitió acumular el excedente económico suficiente para constituir sociedades cohesionadas socialmente y relativamente mejor organizadas. El "negocio" económico de la preservación absoluta tiene como contracara migraciones masivas y órdenes políticos de altísima hegemonía estatal, por falta de actividad económica que ayude a constituir una sociedad civil lo suficientemente autónoma de los recursos estatales.

g.- Por último, pero no menos importante, señalar que hay un correlato casi perfecto entre la toma de decisiones no fundada en información de calidad y basada en intuiciones, sumada a la sospecha absoluta hacia lo público y el subdesarrollo; y a la inversa, la existencia de instituciones públicas creíbles y la toma de decisiones contextualizadas parecerían ser fundamento de procesos de desarrollo.

Evitar simplificaciones

Si bien la experiencia histórica indica que poner bajo sospecha las palabras del poder puede ser una actitud al menos prudente, lo cierto es que la constitución de una sociedad de desconfianza se transforma en un escenario paralizante que a la larga ni permite el desarrollo ni garantiza la sostenibilidad ambiental.

Debemos evitar la lectura simplificada del fenómeno desarrollo y ambiente e impulsar políticas nacionales, provinciales y locales articuladas que hagan de nuestro entorno una prioridad. Resulta necesario generar estándares, fortalecer y calificar al Estado, evitar el regresionismo, comprender la complejidad económico-social de des-montar una economía global basada en el consumo, contribuir propositivamente en el impulso de espacios de planificación, fortalecer el cuidado ambiental-local, re-pensar nuestras ciudades que aún hoy se proyectan cada vez más energético-dependientes, formar recursos humanos que en todos los planos incluyan la mirada de sostenibilidad ambiental y sobre todo, trabajemos para reconstruir un espacio público (material y simbólico) de calidad basado en el diálogo, la confianza, el cumplimiento de la ley, el reconocimiento de intereses y la creación de un clima orientado a la superación de conflictos.


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