Margarita Gutman, Buenos Aires, el poder de la anticipación
Cómo imaginaron la ciudad de 2010 los hombres del Centenario
Un trabajo que insumió más de diez años y que reúne imágenes de revistas populares como Fray Mocho sobre la Buenos Aires del futuro. Ascensores en las esquinas, policías alados, transportes insólitos y otras anticipaciones.
Las ciudades, como las personas, son una combinación de lo que creen ser, de lo que pudieron ser y de lo que los otros creen que es. En este delicado equilibrio de reflejos y percepciones, deseos y decepciones, es que el exquisito libro Buenos Aires, el poder de la anticipación, de la arquitecta Margarita Gutman, muestra una dimensión poco conocida de la identidad de los porteños.“Hemos tenido que mudarnos al piso de bajo, porque arriba ya no se puede vivir por el ruido del tránsito”, se queja una vecina mientras se ven miles de aviones pululando por los aires de Buenos Aires en una ilustración de la revista Fray Mocho de 1910; una de las sorprendentes imágenes de la prensa argentina de principio del siglo XX que conforman el libro.
Entre sus casi 800 páginas se ven personas con giróscopos en la cabeza caminando por los cables de teléfono sobre la Plaza de Mayo, extraños ascensores en las esquinas, los canas tiene alas y vuelan, los casamientos se hacen a distancia y el famoso “no sé qué de las callecitas porteñas” queda sepultado bajo infinitas capas de avenidas y pasarelas aéreas que hacen la Reina del Plata una verdadera ciudad Gótica o Metrópolis de las pampas. “Si no es posible imaginar y proyectar un mundo por venir, menos se puede mejorar la vida presente –cuenta Gutman–, por eso este libro también intenta revalorizar el derecho a imaginar un futuro, porque cuando eso no se ejercita ni desarrolla se pude sufrir mucho en el presente”. –En los últimos años comenzó a haber una proyección. –Sí, hubo cambios impresionantes en ese sentido, y el éxito de Tecnópolis fue un claro ejemplo de esa nueva proyección de deseo, parte de esas tres dimensiones del tiempo que toda sociedad necesita desarrollar para vivir: una memoria pasada, una expectativa futura y un desafío presente. –Entre 1997 y 1999 hiciste la muestra Buenos Aires 1910, memorias del porvenir.
¿Tu nuevo libro amplia el campo de estudio de ese período?
–Ahora me centré más en las ideas que había en las revistas populares, esa suerte de Internet o TV de aquel entonces, entre 1900 y 1920. Sin embargo todo comenzó cuando comencé a investigar cómo se imaginaban el 2010 los argentinos que en 1910 festejaron el primer centenario. Aunque se escribió mucho sobre el tema, estos eran textos académicos y lo hacían desde el punto de vista de la arquitectura, la urbanización, el paisajismo o la ingeniería. Pero no había un trabajo que integrara todo desde el punto de vista de la cultura de los medios gráficos que consumían los argentinos “plebeyos”, por llamarlos de alguna manera, y de los cuales casi la mitad de ellos eran inmigrantes y recién comenzaban a entender el español y a construir la “argentinidad”.
El detonante fue cruzarme con una imagen de la revista PBT de 1910, que no estaba citada en ningún lado, y que mostraba una Buenos Aires repleta de edificios, pasajes aéreos y atestados de aviones.
–¿Cómo eran y qué se imaginaba aquellos “proto” argentinos modernos?–
Era un público que sabía leer pero también mirar, porque las publicaciones tenían muchas imágenes. Su consumo era gigantesco y llegaron a tener una circulación casi como los diarios ya que eran muy baratas y chiquitas para ser leídas en el tranvía, el tren, o a partir de 1903 en el nuevo subte. También tuvieron mucho éxito porque estaban dirigidas a toda la familia, aunque luego comenzaron a diversificarse y a aparecer revistas para los niños, como Billiken, o para la mujer.
La revisa Plus Ultra comenzó por ejemplo a traer un suplemento para gente con una cultura más elevada. Lo interesante es que inicialmente en ese momento la idea del futuro estaba marcada por un “horizonte esperanzador”, donde la ciencia y la técnica indefectiblemente iba a hacer todo mucho mejor. –Las guerras terminaron por demostrar algo bastante distinto.–Es que lo que los planificadores piensan no siempre es lo que resulta, porque la dinámica de la construcción del futuro es mucho más compleja. Inicialmente la imagen de la guerra sólo aparecía muy tangencialmente y en relación con la aviación y el futurismo.
Luego el imaginario se fue complejizando a la par del desarrollo de la sociedad a tal punto que entre 1910 y 1914, el comienzo de la guerra, fue el auge de esta tendencia y aparecieron muchas más notas sobre el futuro que antes o que después, para luego bajar sorprendentemente entre 1914 y 1918 y ser retomada, ya muy tibiamente, a fines de los años ’20. Aunque hubo inicialmente detractores socialistas o anarquistas que cuestionaban ese futuro optimista que se pintaba, sin conflictos ni luchas de clases y al cual se iba a llegar gracias a la tecnología y el progreso, las expectativas de esperanza comenzaron a ser más expectativas de amenaza.
La idea del futuro comenzó así a mostrar fuertes contradicciones, a tal punto que terminó siendo tan disputada como el presente: hay futuros neoliberales, higienistas, de justicia social, etcétera.–
¿Y cómo se imaginaban el futuro en ese momento?
–Acá, en Argentina, la idea no fue tan fuerte como en Estados Unidos y su “ciudad vertical”, siguió más la línea europea de mostrar una vida cotidiana pero con elementos modernos: mujeres con polleras y hombres con sobreros, pero volando o viajando en extrañas naves.–
¿Como ese futuro “conservador” que mostró alguna vez el escritor Pablo Capanna con una familia nuclear típica de hombre-mujer-dos hijos viajando en cohetes; o robots y androides ? –Es que en definitiva el futuro, o la idea que se tiene de él, tiene más que ver con el presente que con algo que está por venir, y por eso no puede estar muy disociada de él. Por eso, es importante entender que pensar en el futuro es socialmente productivo, y si no lo hacemos otros lo van a hacer en nuestro lugar.
Quizás el problema actual es que hay una gran parte del mundo cuyo futuro es a muy corto plazo, que se limita a cómo comerá mañana, y por eso, ahora hay una carencia de densidad de imaginar el futuro, y en definitiva de actuar sobre el presente. Aunque la Argentina y América Latina están pasando por un muy buen momento, el resto del mundo está cada vez más sacudido por crisis y conflictos sociales. Por eso, es importante pensar desde este nuevo presente en lo que vendrá.
Cómo imaginaron la ciudad de 2010 los hombres del Centenario
Un trabajo que insumió más de diez años y que reúne imágenes de revistas populares como Fray Mocho sobre la Buenos Aires del futuro. Ascensores en las esquinas, policías alados, transportes insólitos y otras anticipaciones.
Las ciudades, como las personas, son una combinación de lo que creen ser, de lo que pudieron ser y de lo que los otros creen que es. En este delicado equilibrio de reflejos y percepciones, deseos y decepciones, es que el exquisito libro Buenos Aires, el poder de la anticipación, de la arquitecta Margarita Gutman, muestra una dimensión poco conocida de la identidad de los porteños.“Hemos tenido que mudarnos al piso de bajo, porque arriba ya no se puede vivir por el ruido del tránsito”, se queja una vecina mientras se ven miles de aviones pululando por los aires de Buenos Aires en una ilustración de la revista Fray Mocho de 1910; una de las sorprendentes imágenes de la prensa argentina de principio del siglo XX que conforman el libro.
Entre sus casi 800 páginas se ven personas con giróscopos en la cabeza caminando por los cables de teléfono sobre la Plaza de Mayo, extraños ascensores en las esquinas, los canas tiene alas y vuelan, los casamientos se hacen a distancia y el famoso “no sé qué de las callecitas porteñas” queda sepultado bajo infinitas capas de avenidas y pasarelas aéreas que hacen la Reina del Plata una verdadera ciudad Gótica o Metrópolis de las pampas. “Si no es posible imaginar y proyectar un mundo por venir, menos se puede mejorar la vida presente –cuenta Gutman–, por eso este libro también intenta revalorizar el derecho a imaginar un futuro, porque cuando eso no se ejercita ni desarrolla se pude sufrir mucho en el presente”. –En los últimos años comenzó a haber una proyección. –Sí, hubo cambios impresionantes en ese sentido, y el éxito de Tecnópolis fue un claro ejemplo de esa nueva proyección de deseo, parte de esas tres dimensiones del tiempo que toda sociedad necesita desarrollar para vivir: una memoria pasada, una expectativa futura y un desafío presente. –Entre 1997 y 1999 hiciste la muestra Buenos Aires 1910, memorias del porvenir.
¿Tu nuevo libro amplia el campo de estudio de ese período?
–Ahora me centré más en las ideas que había en las revistas populares, esa suerte de Internet o TV de aquel entonces, entre 1900 y 1920. Sin embargo todo comenzó cuando comencé a investigar cómo se imaginaban el 2010 los argentinos que en 1910 festejaron el primer centenario. Aunque se escribió mucho sobre el tema, estos eran textos académicos y lo hacían desde el punto de vista de la arquitectura, la urbanización, el paisajismo o la ingeniería. Pero no había un trabajo que integrara todo desde el punto de vista de la cultura de los medios gráficos que consumían los argentinos “plebeyos”, por llamarlos de alguna manera, y de los cuales casi la mitad de ellos eran inmigrantes y recién comenzaban a entender el español y a construir la “argentinidad”.
El detonante fue cruzarme con una imagen de la revista PBT de 1910, que no estaba citada en ningún lado, y que mostraba una Buenos Aires repleta de edificios, pasajes aéreos y atestados de aviones.
–¿Cómo eran y qué se imaginaba aquellos “proto” argentinos modernos?–
Era un público que sabía leer pero también mirar, porque las publicaciones tenían muchas imágenes. Su consumo era gigantesco y llegaron a tener una circulación casi como los diarios ya que eran muy baratas y chiquitas para ser leídas en el tranvía, el tren, o a partir de 1903 en el nuevo subte. También tuvieron mucho éxito porque estaban dirigidas a toda la familia, aunque luego comenzaron a diversificarse y a aparecer revistas para los niños, como Billiken, o para la mujer.
La revisa Plus Ultra comenzó por ejemplo a traer un suplemento para gente con una cultura más elevada. Lo interesante es que inicialmente en ese momento la idea del futuro estaba marcada por un “horizonte esperanzador”, donde la ciencia y la técnica indefectiblemente iba a hacer todo mucho mejor. –Las guerras terminaron por demostrar algo bastante distinto.–Es que lo que los planificadores piensan no siempre es lo que resulta, porque la dinámica de la construcción del futuro es mucho más compleja. Inicialmente la imagen de la guerra sólo aparecía muy tangencialmente y en relación con la aviación y el futurismo.
Luego el imaginario se fue complejizando a la par del desarrollo de la sociedad a tal punto que entre 1910 y 1914, el comienzo de la guerra, fue el auge de esta tendencia y aparecieron muchas más notas sobre el futuro que antes o que después, para luego bajar sorprendentemente entre 1914 y 1918 y ser retomada, ya muy tibiamente, a fines de los años ’20. Aunque hubo inicialmente detractores socialistas o anarquistas que cuestionaban ese futuro optimista que se pintaba, sin conflictos ni luchas de clases y al cual se iba a llegar gracias a la tecnología y el progreso, las expectativas de esperanza comenzaron a ser más expectativas de amenaza.
La idea del futuro comenzó así a mostrar fuertes contradicciones, a tal punto que terminó siendo tan disputada como el presente: hay futuros neoliberales, higienistas, de justicia social, etcétera.–
¿Y cómo se imaginaban el futuro en ese momento?
–Acá, en Argentina, la idea no fue tan fuerte como en Estados Unidos y su “ciudad vertical”, siguió más la línea europea de mostrar una vida cotidiana pero con elementos modernos: mujeres con polleras y hombres con sobreros, pero volando o viajando en extrañas naves.–
¿Como ese futuro “conservador” que mostró alguna vez el escritor Pablo Capanna con una familia nuclear típica de hombre-mujer-dos hijos viajando en cohetes; o robots y androides ? –Es que en definitiva el futuro, o la idea que se tiene de él, tiene más que ver con el presente que con algo que está por venir, y por eso no puede estar muy disociada de él. Por eso, es importante entender que pensar en el futuro es socialmente productivo, y si no lo hacemos otros lo van a hacer en nuestro lugar.
Quizás el problema actual es que hay una gran parte del mundo cuyo futuro es a muy corto plazo, que se limita a cómo comerá mañana, y por eso, ahora hay una carencia de densidad de imaginar el futuro, y en definitiva de actuar sobre el presente. Aunque la Argentina y América Latina están pasando por un muy buen momento, el resto del mundo está cada vez más sacudido por crisis y conflictos sociales. Por eso, es importante pensar desde este nuevo presente en lo que vendrá.
Fuente: Diario Tiempo Argentino
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