Concientes de la incorporación de la participación en la agenda pública caben algunas preguntas:
¿En qué se funda su impulso?, ¿Cuáles son sus contenidos, dificultades y desafíos?, ¿De donde se pueden obtener insumos para su permanencia? ¿Son adecuadas las respuestas que se dan desde el Estado? ¿Cómo salir del plano discursivo? ¿Cómo imaginar nuevas herramientas de gestión?
Aparecen pocas respuestas, pero el mejor camino para acercarse a ellas es sin dudas a través de la investigación. El Estado se merece esta autorreflexión, sobre el "qué", el "como" y sobre todo, el "para qué" lo está haciendo.
Nadie duda de la participación y el trabajo con “intangibles democráticos”, en la búsqueda de ejes de convergencia entre Estado, Democracia y Desarrollo, para ello se requiere la revitalización del Estado y una nueva administración que incorpore y resignifique nuevos temas junto a renovadas modalidades de actuación que fortalezcan la legitimidad democrática.
El proceso participativo es multidimensional, propone la búsqueda de modelos de innovación en el gobierno y la representación, con mayores cuotas de eficiencia política integrando a los ciudadanos en el proceso de adopción de las decisiones.
Pero, aparece con urgencia (más en estas tierras). la reelaboración del concepto de ciudadanía, el cual supone ir más allá de la titularidad de derechos y deberes políticos. Pasa por la garantía de inclusión y pertenencia efectiva al conjunto social y por la posibilidad de participación y la asunción de responsabilidades ciudadanas en contenido y ejercicio.
Desde el Estado se plantean variados desafíos para potenciar este proceso: la búsqueda de estrategias ante la aparición de nuevos actores e interlocutores cargados de demandas, el impulso de reformas institucionales abriendo nuevos ámbitos de participación en esferas antes reservadas; todo ello en el marco de resignificación del sistema representativo y la configuración de una democracia participativa dotando de nuevos contenidos al Estado de Derecho.
Se debe tener en cuenta que emergen nuevos actores sociales, organizaciones de la sociedad civil, sujetos cargados de intereses con distintas visiones y lógicas. Ello determina una multiplicidad de actores y diversidad de demandas que hacen al sistema político democrático un espacio complejo de relaciones y negociación.
La puertas del cambio se abren desde adentro, por ello hacia el interior de la administración se requiere un gran esfuerzo de innovación, configurar estructuras más horizontales transformando para ello no sólo la gestión, sino también y sobre todo su cultura organizacional, de cara al ciudadano.
Uno de los caminos de abrirse a lo nuevo es a través de la investigación: las áreas públicas deben cumplir un rol activo y ser generadoras de conocimientos, propiciando la reflexión sobre sus funciones, desafíos y herramientas de actuación, con vistas a optimizar su gestión y brindar mejores servicios a los ciudadanos. Por ello la investigación aparece no sólo como una inversión y sino como una necesidad.
Es importante potenciar estudios y abordajes acerca de la participación, para encontrar nuevas respuestas ante el entorno cambiante y como aporte privilegiado para el diseño de políticas públicas. A su vez dentro de la administración se debe progresar en el conocimiento de nuevas temáticas relacionadas, difundir en su ámbito distintas herramientas como las de planificación participativa y procurar una adecuada sistematización de las prácticas y experiencias adquiridas.
No debemos de olvidar la articulación y coordinación intergubernamental, para ello sería importante avanzar también en el encuentro, conocimiento y acuerdos transversales entre distintas áreas, a fin de romper compartimentos estancos y evitar dilapidación de esfuerzos, recursos e iniciativas. El largo camino se inicia por el primer paso…
LF

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