jueves, 16 de octubre de 2008

Opinión

La era cualitativa de la participación local

La participación ciudadana como política pública: es hora de pasar a acciones más consistentes y comprometidas

Por Leopoldo Fidyka


(*) Abogado, Magister en Dirección y Gestión Pública Local. Investigador, docente y consultor, experto en participación ciudadana y fortalecimiento democrático del Centro Latinoamericano de Estudios Locales, CELADEL.




La participación como la capacidad y posibilidad de las personas y los grupos de influir en las condiciones que los afectan se ha incorporado firmemente en la agenda pública.
Surge ante la necesidad del encuentro de nuevas formas de gestión y también como demanda de amplios sectores, que reclaman espacios y piden ser escuchados y tendidos en cuenta en la decisiones.

Como derecho, la participación ciudadana se fue configurando lenta y paulatinamente diferenciándose, pero sin perder su vinculación con la participación política, aquella que se realiza a través de las elecciones, partidos políticas para elegir representantes.

La Carta Democrática Interamericana define a la participación como derecho y responsabilidad y condición necesaria para el pleno y efectivo ejercicio de la democracia y asimismo aclara que no atenta contra la representación política, sino por el contrario que la democracia representativa se refuerza y profundiza con la participación permanente, ética y responsable de la ciudadanía.

Es notable su inserción en planes, políticas, programas tanto en las administraciones públicas como en organizaciones de la sociedad civil y aún a riesgo que el término pueda “bastardarse”, con imprecisiones y de una forma no del todo lineal, como una cuestión positiva, se nota que están generando ciertos avances en materia de cultura participativa.

Desde una década para aquí, proliferaron búsquedas conceptuales, aportes teóricos, trabajos de campo, observatorios, intercambio de experiencias y exploración de los marcos normativos en torno a ella.

Personalmente noto que de la “cuasi soledad” (al menos desde enfoques normativos de la cuestión) de 1995, fecha en que fue publicado mi libro sobre el marco constitucional comparado de la participación ciudadana en República Argentina, se hayan multiplicado en estos años los abordajes, estudios, opiniones y especialistas en la materia. Y esto constituye una gran fortaleza y oportunidad para el enriquecimiento de ideas, herramientas y actuaciones en pos del tan mentado desarrollo humano integral.

Paralelamente, la participación está presente en los medios de comunicación, encuentros académicos ya no hay evento de asuntos municipales que no aborde directa o indirectamente el tema y no hay casi gestión local que no se defina en algún aspecto como participativa. Pero: ¿será suficiente ese despliegue retórico?.

Los que creemos tener un compromiso con el tema, aparte de de promover su impulso, nos cabe la responsabilidad de contribuir a enriquecer su contenido, descubrir y compartir facilidades y obstáculos para su afirmación, combatir su banalización, y no prestarnos a sumar a través de ella a la seudo-participación o directamente hacia el clientelismo.

Por el contrario, la participación debe contribuir decididamente a la adquisición de capacidades, a la autonomía de las personas y a reconstituir el tejido social, lejos de una cuestión instrumental debemos tener presente su finalidad y las razones de su impulso. Acaso la impulsamos para mantener el status quo? ¿Para maquillar al aparato estatal y salvarlo de la crisis de legitimidad?; ¿Para que se expresen determinados sectores?; o también para que tengan voz los excluidos y fortalecer el proceso de construcción de la ciudadanía?.

La escala local es un espacio extraordinario para su puesta en práctica, pero es el momento de dejar la retórica y pasar a la acción participativa con estrategias más eficientes. Por ello llegó la hora de un salto cualitativo de la participación local, sin dejar de preguntar el qué? y el para qué? de las misma.

Algunas medidas concretas y urgentes:

. Fortalecer la organización comunitaria y la cultura cívica.

. Generar espacios confiables para que la gente se exprese y pueda formular sus proyectos e iniciativas.

. Facilitar el acceso a la información pública y la transparencia.

. Reafirmar la cuestión de género, la integración social y el respeto a la diversidad cultural como componente fundamental de las políticas públicas.

. Construir indicadores para su medición, evaluación y rendición de cuentas.

. Incorporar las nuevas tecnologías de información y comunicación al servicio de la participación y promover conjuntamente la inclusión digital de amplios sectores excluidos de las mismas.

. Institucionalizar áreas locales de promoción de la participación ciudadana. (Que le otorgue contenido y marque directivas transversales en la materia)

. Impulsar planes estratégicos de participación ciudadana. (Para evitar las medidas aisladas e inconsistentes).

. Sancionar los mecanismos de participación que faltaren y reglamentar todos aquellos que no se encuentran operativos y en éste sentido evaluar la posibilidad de sancionar un reglamento local de participación ciudadana, (una especie de carta orgánica que incluya todos los canales de involucramiento de los ciudadanos y ciudadanos en los asuntos públicos locales).

Estos son algunos puntos de partida, pero debemos seguir incluyendo el tema de la participación en la agenda pública y continuar generando espacios de debate y construcción de ideas e instrumentos para su fortalecimiento.


LF

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