Por Bernardo
Kliksberg - Extracto
de artículo del Director de Fondo España-PNUD
Con frecuencia sólo aparecen como una referencia marginal en medio de discursos o análisis más amplios, como una nota a pie de pagina, como una mención simpática. Merecen mucho más que eso. Los jóvenes latinoamericanos son cerca del 40% de la población de la región. Pero no es sólo su peso cuantitativo, son el mayor agente de cambio potencial. Tienen una más alta disposición que cualquier otro sector social a comprometerse con causas nobles, con ideales, con retos colectivos. Están casi expectantes de ser convocados para ello.
Al mismo tiempo tienen una facilidad
especial para ingresar en el cambio tecnológico acelerado que caracteriza el
siglo. Han nacido en la nueva cultura de los ultra cambios, las revoluciones
tecnológicas continuas, donde la computadora y el internet son partes de la forma
de vivir. Tienen flexibilidad, plasticidad, ansias de participar en
innovaciones.
Por otra parte la medida en que se les
forme, el estimulo que se les proporcione para participar, los valores que
reciban, los modelos de referencia que influyan en ellos, estarán conformando
los ciudadanos que van a decidir con su actividad o pasividad la calidad de los
sistemas democráticos latinoamericanos.
Sin embargo, se los toma como una etapa
transitoria de la existencia, que no merecería mayores análisis diferenciados,
ni políticas específicas.
Es un error que puede tener costos
considerables. Han nacido en una América Latina concreta, las de los 80 y 90,
inmersa en procesos históricos diferentes de los de décadas anteriores, y en un
mundo que en las ultimas décadas ha sufrido transformaciones de enorme
envergadura en lo político, lo económico, lo tecnológico, lo cultural, y lo
social. Su vivencia histórica es por ende diferente de las de generaciones
anteriores, e incide todos los días en sus dilemas, búsquedas, y conductas.
La aceptación de su especificidad, de la
necesidad de indagar que piensa, siente, y porque actúa como actúa esta
juventud vista con frecuencia desde la desvalorización, y la alarma por su
posible conflictividad, es una necesidad imperiosa para no seguir cometiendo
errores en su abordaje, y construir caminos que permitan movilizar su inmenso
potencial.
Así como debe evitarse perder la
especificidad de la juventud, es necesario superar un segundo error de alta
persistencia. Generalizar sobre ella. Es imprescindible juntar una mirada de
conjunto sobre vivencias historias colectivas, con un análisis desagregado. En
una América Latina como la de los últimos 25 años, en donde se han desarrollado
esperanzadores procesos de democratización pero al mismo tiempo gruesos
sectores de la población se hallan por debajo de la línea de la pobreza, y las
desigualdades históricas se han acentuado, hay distintos “circuitos de vida”
juveniles.
Ilustrando lo que pueden significar las
disparidades de la región un reciente informe del PNUD (2004) sobre
México informa que coexisten municipios con niveles de vida similares a
los más avanzados del planeta, con otros donde predomina la extrema pobreza.
Así la Delegación
Benito Juárez en el Distrito Federal tiene un índice de
desarrollo Humano comparable con el de Alemania, España o Italia, en cambio el
municipio de Metlatonoc en el Estado de Guerrero tiene un índice inferior al de
Guinea, Benin, y Tanzania. No es lo mismo para un joven nacer en uno u otro
municipio. No es lo mismo vivir en una zona rural a hacerlo en un centro
urbano. No es lo mismo formar parte de una familia ubicada en el 20% de
mas ingresos, a nacer en el 30% de ingresos inferiores. Es muy diferente
integrar la clase media alta a ser clase media en descenso “nuevo pobre”.
Es distinto socioeconómicamente ser blanco, que negro o indígena. Incluso el
género sigue importando de modo significativo. Un análisis realista debe
indagar necesariamente estos diversos destinos de joven que dar lugar a
vulnerabilidades, riesgos, y oportunidades muy diferentes, y a reacciones
particulares en términos de estrategias de vida.
Partiendo de estas coordenadas el presente
trabajo persigue aportar al debate necesario sobre los jóvenes latinoamericanos
y su futuro al que ha convocado pioneramente la Fundación Kellogg ,
en su 75 aniversario, presentando elementos de juicio sobre algunos aspectos
claves.
En primer lugar se propone reconstruir
ciertos aspectos del escenario económico y social global de la región con
alta incidencia sobre los jóvenes, marcando algunas de los impactos del mismo
en su vida cotidiana. En segundo termino, procura poner a foco algunos de los
cuadros problemáticos más agudos que se están generando. En tercer término
encara ciertos mitos circulantes sobre los jóvenes que simplifican y
distorsionan la percepción de la realidad, y traban la identificación de
soluciones efectivas.
Por último se extraen conclusiones
finales, y se señalan algunas de las políticas que podrían mejorar
estructuralmente la situación.
El actual es un momento histórico muy
indicado para renovar la discusión sobre la juventud y pasar de clichés a datos
objetivos, y análisis en profundidad. En el terreno político hay un fuerte
movimiento hacia la democratización desde las bases de la sociedad civil,
que tendrá mucha más fuerza si logra obtener la participación masiva de
los jóvenes. En el campo económico se ha creado una “ventana de oportunidad “
al reducirse significativamente las tasas de fecundidad de la región, y descender
la presión demográfica. En lo social, la sociedad está poniendo en el centro de
la agenda pública la necesidad de priorizar de una vez la lucha contra la
pobreza y la desigualdad, que tienen entre sus víctimas preferidas a los
jóvenes.
(*) Asesor Principal de
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