Por Leopoldo Fidyka
“Los países entran en recesión”
“Los ministros de Economía del G-20 impulsarán medidas urgentes para enfrentar la crisis”
“Se adelantan elecciones para evitar efectos de la crisis”
“El FMI pronostica la peor crisis global desde la II Guerra Mundial”
Estos son algunos de los titulares que aparecen a diario en periódicos y distintos medios de comunicación, los que nos plantean un gran número de interrogantes:
Crisis deriva del griego (Krísis); decisión, también significa separar, y puede entender también como la transformación de algo. Según el diccionario de la Real Academia Española entre sus acepciones aparece como: cambio brusco en el curso de una enfermedad, ya sea para mejorarse, ya para agravarse el paciente; mutación importante en el desarrollo de otros procesos, ya de orden físico, ya históricos o espirituales: situación de un asunto o proceso cuando está en duda la continuación, modificación o cese.
Ahora bien: la crisis que atravesamos es muy profunda, lo que se ve en estos emerge como la punta de un iceberg. No es sólo financiera, lo es también ambiental, energética, alimentaria, cultural, (incluido del pensamiento epistemológico y científico), y por sobre todo de escala de valores.
Se está tornando normal ver como se salvan con dineros públicos entidades financieras, corporaciones económicas y grandes empresas, pero ya casi no se habla de los modestos Objetivos del Milenio o aplicar las mismas energías para erradicar la miseria o las flagrantes desigualdades que avergüenzan a la humanidad.. ¿Qué hablar de las guerras? ¿Qué hablar del planeta como sistema integrado?
Todo ello nos señala, que necesitamos con urgencia, profundos cambios de los paradigmas dominantes, un nuevo contrato social planetario, la búsqueda de una gobernanza, entendida como el arte de las sociedades de dotarse de regulaciones capaces de garantizar su supervivencia, su cohesión, su realización y desarrollo y el equilibrio entre la sociedad y la biosfera, (Alianza 21).
Como bien plantea esa red, no puede creerse en la posibilidad de conseguir un desarrollo "sustentable" que respete los grandes equilibrios ecológicos pero a costa de la exclusión de buena parte de la humanidad. Se debe desconfiar de las tentativas para resolver los problemas a través de una huida hacia adelante tecnológica o a través de limitaciones impuestas por los más poderosos a costa de los demás.
En consecuencia, las acciones a emprender “deben tender tanto a construir relaciones equilibradas entre los hombres y sus entornos, con toda su complejidad y diversidad, como a construir relaciones equilibradas entre los hombres y las sociedades”[1].
Escasez de alimentos, desocupación, pérdida de la vivienda, aumento de precios, corridas bancarias, son temas muy fuertes, para la vida cotidiana y con razón es necesario tomar recaudos e impulsar todas las medidas que sean necesarias, para mitigar sus efectos en la calidad de vida de las personas.
Cabe también preguntarse: en nuestros países: ¿impactará la crisis en la magnitud que dicen? ¿Por qué tanto canto de sirenas? ¿Qué actores se benefician con este estado de emergencia? Algunas de sus facetas recuerdan a los rumores de catástrofes económicas en el mundo entero, hacia el año 2000 con motivo del “efecto Y2K”.
Viéndolo de otro lado, las turbulencias en general, abren las puertas del cambio y albergan la posibilidad de dejar de lado lo que no funciona, reconsiderar procesos y planear alternativas. Para ello se requiere de una alta dosis de voluntad política y ciudadana. Se necesita reescribir los puntos de partida y las prioridades para efectivamente lograr cambios estructurales.
Lo que no quedan dudas, es que es un momento ideal, más que nunca de estar atentos y de arremeter profundas transformaciones.
Difícil situarse en “lo local”, desde América Latina con su amplia diversidad. No es lo mismo, Bogotá, La Habana o Buenos Aires, una ciudad metropolitana, o un pequeño pueblo rural; la actividades del desierto de Arica, de la pampa húmeda argentina o del Amazonas brasileño; o si se está en una ciudad globalizada o no, o especializada en la actividad turística, administrativa, industrial o agropecuaria. El “Tsunami” tan temido impactará diferente en distintas regiones y actividades, pero aún así algunas cuestiones se pueden plantear para las sociedades locales:
Los obstáculos que se vislumbran son muchos: la caída en la recaudación, la retracción de las inversiones, escasez de recursos, la tendencia a agudizar la centralización en momentos de crisis, la baja en la actividad económica y la consecuente pérdida de empleos de amplio impacto local.
Aparecen también como contratiempos, la visiones públicas a corto plazo, que a veces ante el pánico, desentienden cuestiones estructurales, los liderazgos pocos consistentes, la insuficiente tradición y ejercicio en materia de concertación entre distintos actores sociales para la fijación de políticas, la visión de: de “apagar incendios” o peor aún del “salvase quien pueda”, entre muchos otros.
Es mejor que todo esto no venga, pero lejos de resignaciones ni falsos optimismos, puede señalarse que también existen en nuestras sociedades, un fuerte componente solidario y de innovación, quizás producto de muchas otras crisis, pero que sin embargo dejaron una enseñanza de alteridad, de acompañar, estar y escuchar al otro.
Sobre esta base, y para no repetir frustraciones anteriores se precisa una vuelta de tuerca, un salto cualitativo. El aprender de lo vivido, y ejercitar la memoria colectiva, puede ser una de las claves.
Que la emergencia sea un gran llamado de atención hacia el cambio, si algo funciona mal, no debe continuar, dado que si se insiste en el mismo camino sin duda se producirán los mismos resultados. Se demandan cambios políticos, institucionales, económicos, pero también de liderazgos y visiones.
¿Hasta cuando las inercias o soluciones parciales? Por que no apelar, sin egoísmos a la calidad institucional, a respetar y valorizar el conocimiento de la gente, a construir ciudades más vivibles para los habitantes y no en función de intereses especulativos, a no seguir tolerando la fragmentación y la exclusión, a pensar que el ambiente es algo más que utilizar envases de papel reciclado.
Cuando vamos a entender que la cultura, la educación, la innovación tecnológica, son verdaderas inversiones, que la anomia perjudica a todos y especialmente a los más vulnerados, que el desarrollo también pasa por intangibles y por la potenciación de sinergias, y que los derechos humanos se construyen tanto como la democracia, con las acciones del día a día.
Se necesita potenciar el diálogo, la concertación en grandes denominadores comunes, la articulación entre políticas nacionales y locales y fortalecer el gobierno relacional. Se saldrá con más Estado (de todos y para todos) y no con más mercado.
De la mano de otros paradigmas la crisis puede significar una oportunidad para reconstituir el tejido social, impulsar nuevos espacios de deliberación para la acción democrática y para la reformulación de modalidades de gestión pública local.
Por ello: estemos atentos, seamos solidarios, (sabemos que sólo no se salva nadie), reformulemos preconceptos, aprendamos y reaprendamos de situaciones, abrámonos a los cambios, apostemos al capital social y construyamos más ciudadanía.
[1] Esbozo de una estrategia de acción – Plataforma para un mundo responsable, plural y solidario. Alianza 21, Fundación Charles Leopold Mayer - www.alliance21.org
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